martes, 14 de febrero de 2012

Apología del vino


Quiero compartir con vosotros este texto que escribí hace ahora 16 años, con motivo del 8º aniversario de la Biblioteca Municipal de Peñaranda de Bracamonte.
La idea era relacionar el vino con cada uno de los grandes apartados temáticos de la CDU (Clasificación Decimal Universal) que se utiliza en las bibliotecas para la colocación de los libros según la materia de la que tratan. Filosofía, Mitología, Religión, Arte, Historia, Medicina, Literatura... Espero que os guste.

APOLOGÍA DEL VINO.

Puede resultar extraño que para la celebración del 8º aniversario de una biblioteca hayamos elegido como tema central el vino. Nada más alejado de la realidad, el vino es parte fundamental no sólo de nuestra cultura, sino de la de todo el mundo mediterráneo. Es un hecho cada vez más aceptado que la civilización se inició paralelamente al vino, si bien dejaremos para otro momento la discusión de quién vino de la mano de quién.
Durante siglos ha conformado, junto con el trigo y el aceite, la ''Santísima Trinidad" de nuestra economía, (dicho sea de forma figurada y sin querer molestar a nadie), en la que sin duda alguna el vino viene a ser el "Espíritu Santo" (no olvidemos que es la bebida espirituosa por excelencia). Su influencia traspasa los límites de la economía y trasciende a los de la política: Cristóbal de Villalón, profesor de la Universidad de Salamanca en el siglo XVI, en cita tomada del historiador José Luis Martín, atribuye al vino la causa de la invasión de la Península Itálica por los irreductibles galos en tiempos de la República:
" Los franceses, oyendo que los italianos avían plantado viñas procuravan de gustar el licor, y como le hallaron tan sabroso a su paladar acordaron de les conquistar las tierras por gozar como señores de tan buena cosa. De manera que si en Italia no se plantaran viñas no fueran destruidas sus comarcas por los franceses. Y visto por el sacro Senado que de su perdición era total causa el vino, proveyó que se deçepasen todas las viñas del imperio. Fue cosa maravillosa, que luego çesó la guerra, y no quedó francés en toda Italia quando supieron que no havía viñas en ella "
No sería para tanto. No obstante y sin haber pretendido nunca el protagonismo que le atribuye Cristóbal de Villalón, no podemos negar que el vino ha regido en multitud de ocasiones el destino de los pueblos a través de alguno de sus gobernantes: baste recordar aquí al emperador Tiberio, al que por su afición al vino llamaron Biberio; al gran Alejandro Magno, o a nuestro ínclito Pepe Botella.
Grandísima cosa debe de ser esta cuándo es elogiada desde el mismísimo sabio Salomón, " Dad los licores a los afligidos y el vino a los que tienen el corazón lleno de amargura. Beban éstos para echar en olvido su miseria y no acordarse más de su dolor" (Proverbios), hasta el insigne Séneca : "El vino lava nuestras inquietudes, enjuaga el alma hasta el fondo y, entre otras virtudes asegura la curación de la tristeza "
En efecto, es tal su importancia que su invención es atribuida al dios Dionisos, hijo de Zeus y de Sémele, a quién, según parece, hemos de agradecer su divina generosidad por enseñar a los hombres los inestimables beneficios derivados de la obtención del vino, y a las mujeres....


Así, va dejando sus enseñanzas por la Tracia, Beocia (Ahora que caigo. ¿No significara Beocia tierra de beodos?), Etolia, Laconia, Naxos, Frigia, Capadocia, Líbano, Iberia, India., Libia y Egipto, es decir, todo el orbe conocido, excepto los bárbaros del Norte. Aunque no todos se lo agradecen: los egipcios atribuyen su difusión a Osiris, y la tradición judeo-cristiana al patriarca Noé, " que al salir del arca se topó con la vid, la podó y domesticó siendo salvaje y determinó estrujar sus frutos y sacarles el licor" (Covarrubias), lo que ocasionó la primera borrachera de la que tenemos noticia. Parece que fue tanta la afición que cogió al divino néctar que alguien le ha atribuido la siguiente frase: " Que siga lloviendo todo el tiempo que quiera, siempre que no se mezcle el agua con el vino"
Notables son también las aportaciones del vino en el campo de la medicina e inmejorables sus propiedades sanatorias, como ya nos advertía Hipócrates. Es de todos recordado ese pasaje en el que nuestro paisano Lázaro de Tormes se valía de diversas argucias para conseguir el vino del jarro del ciego. Cuando éste le descubre le asienta un jarrazo en la cara que le ocasiona diversas heridas y contusiones que acaban sanando con el mismo vino. " ¿Qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud. "
No olvidemos tampoco que el vino es un ingrediente básico e insustituible del afamado "Bálsamo de Fierabrás", de gran potencia sanadora. " En teniendo aceite, sal, vino y romero media botica tenemos " dice D. Quijote.
Alonso de Covarrubias, autor del excelente Diccionario de la Lengua Castellana, nos dice en el siglo XVI: "No anduvo fuera de camino el que dixo que entre los demás licores que se venden en las boticas, se avía de gastar también el vino por onças y reçeptado por los médicos" . Parece que los americanos siguieron sus sabios consejos, pues es de sobra conocido que en Nueva York, una nochebuena , una ciudadana española, Concha Piquer, pagó a precio de oro una receta y pidió en la farmacia vino español, vino español.
Por no redundar más en el tema diremos que las últimas investigaciones científicas vienen a corroborar estas cualidades del vino-medicina frente a las enfermedades cardiovasculares y algún tipo de cáncer. El estudio, realizado por dos eminentes doctores de una prestigiosa universidad norteamericana, reconoce también al vino español como uno de los más eficaces de todo el mundo en esta faceta preventiva. No andaban pués muy desencaminados los antiguos cuándo decían "Media vida es la candela, pan y vino la otra media " o " Dónde no hay vino y sobra el agua la salud falta" o "El vino sin agua es salud de cuerpo y alma".
En el campo de la filosofía, hace el vino también estimables aportaciones. Los filósofos presocráticos, fundamentalmente Anaximandró y Anaxímenes, estaban convencidos de que la vida se originaba por la conjunción de los 4 elementos: Aire, Agua, Tierra y Fuego y que duda cabe que los cuatro se sintetizan de forma armónica y perfecta en la uva. La uva por lo tanto es vida, como veremos.
En la cuestión religiosa, el vino juega un papel trascendental. No debe ser casualidad que Jesucristo le eligiera para hacer su primer milagro, que consistió, como todo el mundo sabe, en convertir el agua en vino, milagro que siguen practicando a diario con mayor o menor pericia innumerables taberneros.
El vino tiene un carácter místico en el ritual eucarístico, pues se convierte en la sangre de Cristo en el momento álgido de la eucaristía. La sangre es alegoría de la vida en la simbología católica, por lo tanto el vino es vida, o si no atentos a las palabras de Jesucristo: "Yo soy la verdad y la vida" y en S. Juan 15, 5, dice, "Yo soy la vid y vosotros los sarmientos" por lo que deducimos que lo que nos quiso decir en realidad fue: Yo soy la verdad y la vid.
En el acto de la consagración el vino ha de mezclarse con unas gotas de agua, por cuestiones teológicas, pero no muchas, no se desvirtúe el vino. En este sentido aconseja Pedro de Cuellar: "han de poner más vino que agua, que el agua significa el pueblo humanal, e porque el pueblo non es nada a respecto de Dios, por ende deve ser más el vino." Está claro, a la hora de bautizar es mejor hacerlo con los infieles que al fin y al cabo no les causa ningún perjuicio. El vino es mejor que se quede moro.
Podemos rastrear también la influencia del vino en disciplinas tan dispares como la arquitectura: José Luis Alonso Ponga nos ofrece una amplia muestra en su estudio sobre la arquitectura del barro, donde podemos contemplar una amplia variedad de bodegas, en la escultura, baste mirar con detenimiento muchos capiteles de los claustros medievales, o en la ingeniería con una amplia gama de maquinas e ingenios para todo el proceso de elaboración del vino.


Si son profundas sus huellas en estas materias, hemos de convenir que aún lo son más en las diversas manifestaciones del campo de la cultura: El triunfo de Baco de Velázquez, El Baco de Caravaggio, Baco niño de Guido Reni, la bacanal de Houasse, La vendimia de Goya, hermosos pasajes del Quijote, del Lazarillo, del Criticón, del Libro de Patronio, del Libro de Buen Amor..., Autores como Homero, Safo, Anacreonte, Eurípides, Platón, Aristóteles, Jenofonte, Berceo, Isidoro de Sevilla, Quevedo, Rabelais, Baudelaire, Claudel, Dante, Goethe, Rilke, Cavafís, Nietzche, Shakespeare, Neruda, Borges, Darío, Mohamed Hafiz, Li-Po, Yukio Mishima y un innumerable etcétera, que vienen a rendir homenaje a este néctar divino que da ciencia a quién no la tiene, no guarda secretos, estimula la creación, es parlanchín, pendenciero, amigo fiel de festines y celebraciones sin fallar ninguno, da alegría, es cantarín, acerca culturas, inhibe la timidez, da color a las mejillas y a la orina, aclara la voz, cura las heridas, atrapa a los mosquitos, previene la impotencia, cura la timidez, ayuda a hacer amistades, cura la melancolía, alivia las penas, dilata el corazón, duplica la visión (o la hace independiente por cada, ojo, según se mire), facilita la digestión, da calor y ánimo a quién lo bebe...., en definitiva si como hemos podido comprobar la vid es la vida, vivir es beber. Hagamos pues las pertinentes libaciones por la larga vida de nuestra biblioteca de la mano de Juan Fernández, enófilo y erudito de la cultura del vino, y que Dionisos en su generosidad nos haga participar por unos instantes de la naturaleza de los dioses.

1 comentario:

  1. Grande, Jose... Este rato hay que regarlo con un buen caldo... ¡¿Hace un Virutín?!
    Abrazos.

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