miércoles, 21 de agosto de 2019

La Behobia castellana



Por lo que yo conozco, cada corredor popular tiene en la cabeza una serie de pruebas que no quiere perderse y que pone como fijas en su calendario año tras año.  Yo, aunque soy más trotador que corredor, también soy de ese parecer. Me gusta comenzar el año con la Carrera del Roscón de Paradinas, puesto que además de tener por detrás una buena causa y personas muy queridas para mí, coincide con mi cumpleaños; no me pierdo la MM de Salamanca, siempre diferente en su dureza en función del cuerpo que lleve uno. Mala es la cuesta del Zurguén, pero ojito con la de Doña Berenguela. Hay años en las que entre las dos me han dejado el cuerpo para no levantarme de la cama en ocho días, y otros en los que las he superado con cierta soltura, dentro de las posibilidades que tiene un trotón como yo,  de los del tran tran, y a velocidad de tractor; este año me ha gustado también mucho el Cross de Malpartida; me encanta el de Linares de Riofrío y soy un fanático de la Sanrocada, sin duda la carrera más peculiar, alegre y animada  de mi calendario anual. No penséis que solo participo en pruebas en la provincia de Salamanca, puesto que también me gusta moverme por otras provincias de nuestra comunidad y por otras comunidades cercanas. Algunas veces lo he hecho con la gente del Club de Macotera, enriqueciendo así la experiencia hasta la categoría de sobresaliente. Y es que algo tiene este Club, algo tiene este pueblo, algo tiene esta gente, que ponen sello de ilusión y buen hacer en todo lo que organizan y en aquello que tocan. Y eso lo notamos tanto los  incondicionales, como lo que la disfrutan por primera vez, que pasan de inmediato a formar parte de la categoría de los primeros.
Pero, ¿qué tiene la Sanrocada que la distingue de las demás carreras populares?
Pues principalmente tiene a todo un pueblo por detrás que se esfuerza en hacer la estancia agradable a corredores y visitantes. Algunos se sientan en los bancos de la carretera para asegurarse que te ven llegar y así poder repetirte por enésima vez que te puedes quedar a cenar, o ver qué necesitas, o llevarte a casa a tomar algo. Es el caso de Antonio (Cabañas, o Gavilán,, ) al que quiero como si fuera mi segundo padre y de su hermano Eloy, y de Mari Carmen y Merche, generosidad y virtud heredada también por su descendencia. Son uno de los numerosos casos macoteranos que además de llevar el apellido Bueno, lo son. Tan solo hay que ver la cara a Juan "Mako" para darse cuenta de lo que digo. 


A lo que iba. Es digno de ver como los peñistas, los grupos de amigos y los vecinos, salen a la puerta de sus casas a hacer más agradable el esfuerzo de los corredores: Unos te refrescan con un poco de agua, otros ponen música, otros cantan y bailan, todos aplauden y animan. Es un subidón enorme ver que en cada calle hay alguien que te conoce y te llama por tu nombre. En esas circunstancias, al menos yo, no tengo ninguna prisa en terminar la carrera, por lo que me acoplo a alguien que lleve ritmo de charla, y disfruto del trayecto, de la compañía y de los saludos continuos como si fuera el pasajero del papamóvil. Este año he hecho el recorrido junto a mi amigo Maxi Albarrán, de Tordillos y compañero de Club; otro rato casi caminando con Lidia, una joven atleta de Benavente que se toma muy en serio esto de correr y acaba pagando su entrega con el flato y la extenuación. En alguna de las vueltas, es condición obligatoria pararse  para saludar a Alfonso el panadero y a su hermana, y si llega el caso, comerse una teja con un aguardiente de higos. Con este avituallamiento en el cuerpo solo quieres dar la siguiente vuelta cuanto antes para volver a repetir. Si mientras tanto te pasan un puñado de corredores, lo mismo da, al fin y al cabo, aunque ganen un minuto, ellos se lo pierden.

Otro elemento que distingue a la Sanrocada es Braulio, el fotorunner. Tan pronto te adelanta, como para y se da la vuelta para captar una imagen y cuando crees que debe andar detrás, le ves aparecer de nuevo por delante. Es asombroso lo de este hombre. Así se explica que consiga imágenes que únicamente se pueden obtener desde dentro de la carrera. Mi admiración por el gran Braulio y su peculiar modo de vivir la fotografía y de disfrutar la competición. Por muchos años, Braulio. Tu labor es impagable y tú, insustituible.

¿Conocéis alguna carrera en la que antes de salir se baile una jota? Pues ya tenéis un motivo más para venir a Macotera, en la que no puede faltar La charrada de San Roque, a cargo del grupo Adobe, en el que milita mi amigo Ángel Fachenda con el que tengo varios vinos pendientes. Este año, tras la charrada y mientras esperábamos la puesta de sol, que es el momento de la salida, pudimos escuchar un poema. Id anotando singularidades. Otra sería su fantástica e imaginativa bolsa del corredor, en la que nunca hay una camiseta. Puede parecer baladí, pero reto a los que me leen a imaginar regalos alternativos sin repetirse desde 2009. Por no hablar del melón de la llegada, un clásico de esta carrera, al igual que la bolsa de garbanzos de la tierra, detalle de fundamento y magnífica promoción de los productos autóctonos. Si a esto le añadimos el sorteo de regalos y la merienda que nos ofrece el Club al acabar la entrega de premios, la cosa comienza a ponerse seria, pero toma tintes de excelencia organizativa si desvelo a los que no lo sepan que el coste del dorsal es de 4 €. Así es Macotera. Así es la Sanrocada. 



El alma de la carrera son los hermanos Bueno, Roberto y Juan, dos campeones macoteranos criados a las orillas del “Margañán” que corren como “Gamos”, aunque ya he dicho en otras ocasiones que la auténtica grandeza de los dos hermanos es su humildad, su carácter abierto y su simpatía. Digamos que solo están en el pódium en el momento de recoger los trofeos y luego bajan de nuevo a ras de suelo. Mientras tanto acogen, saludan y hacen de amables anfitriones con todos los corredores que van llegando. No están solos en esta labor, puesto que el Club de Macotera tiene verdaderos maestros en las artes del recibimiento: El gran José Antonio “Falogo”, presidente del Club y siempre pendiente de todo y de todos; El tío Gabi Ruano, que va, viene, vuelve y revuelve y no se le escapa detalle; Remi, que se ocupa de que te encuentres cómodo y de proporcionarme cerveza para no arruinar mi reputación con un vaso de refresco; Pepa, con su sonrisa de buena gente en la cara y su amabilidad innata; Vicente “Prim”, siempre cordial y cercano; Diego Caballo, que nunca falla; es rara la carrera en la que no termino coincidiendo y rodando un rato con Toñi y en esta edición no ha sido diferente, otra cosa es su marido que corre en otra división: con él sólo me cruzo en el calentamiento. Y tantos y tantos corredores y amigos, como Jesús Ángel y Jose, de Las Mimbreras de Villoruela; José Núñez, con el que entreno cuando voy a Benavente y que se ha enamorado de esta carrera, al igual que Roberto Peral, del Vino de Toro, que tiene que regalarme una camiseta puesto que solo bebe agua y tengo yo más merecimientos con esa Denominación de Origen fuera de la competición, que él quedando 2º en su categoría en esta última edición de la Sanrocada. Y así podría seguir mencionando a unos y a otros, ya que la Sanrocada reúne a casi todos los corredores del entorno y el que no acude, es porque aún no la ha probado, puesto que si vas, repites: me apuesto el melón. Que se lo pregunten a mi amigo Pepe “El canario”, que se apunta cada año con la intención de correrla a mi lado, cosa que consiguió un año, puesto que desde hace tiempo no es capaz de aguantarme el ritmo más de una vuelta: se me aburre con tantas salutaciones, paradas y agradables encuentros y se marcha a su aire. Lo cierto es que cada año me saca más ventaja, no sé si porque es más rápido, o yo más sociable. En todo caso, me da igual. Yo disfruto así esta carrera, otros lo hacen rebajando marcas o ganando a algún rival de similar nivel. Sé que lo mío es poco ortodoxo, pero como salgo el último siempre acabo mejor de lo que empiezo, por lo que la satisfacción es doble. Por cierto, que creo que la Sanrocada es la única carrera de mi particular circuito en la que llego al agua caliente de la ducha y eso ya colma todas mis expectativas deportivas. Lástima que en agosto prefiera el agua del tiempo, pero hasta eso puedo satisfacer, puesto que con el dorsal puedes acceder a las piscinas municipales. He de confesar que solo me arrimo a ellas tras la carrera y en busca de una caña bien fría, ya que puestos a elegir es más gustosa en verano una cerveza helada, que una ducha templada. Otra singularidad más de esta carrera a la que suelo referirme a menudo como la Behobia de Castilla, pero algún año de estos tendré que acercarme a San Sebastián para comprobar si aquellos pueden merecer el honor de apodar algún día a la suya como la Sanrocada vasca. Permitid que lo dude.

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