Esta frase resume en sí misma un
modelo de biblioteca que agoniza, aunque sigue
teniendo vigencia todavía en los círculos bibliotecarios predigitales y entre algunos usuarios intolerantes. Este espíritu cartujo ha forjado una imagen
de la biblioteca y de los bibliotecarios que será muy difícil quitarse de
encima. Digo muy difícil, pero no imposible. Vivimos tiempos duros, tiempos
inciertos, tiempos de cambio. Las bibliotecas han de reinventarse. Unas pueden
optar por ser reductos de silencio y tranquilidad para lectores añosos y tiquismiquis
y estudiantes agobiados e intransigentes. Éstas se convertirán en anquilosados museos
para lectores fósiles y tendrán poco futuro, aunque conservarán seguramente su
orgullo de clase, y al igual que el
hidalgo del Lazarillo, irán poco a poco adelgazando hasta agotarse en sí
mismas. Otras optarán por abrirse a la
sociedad, por impregnarse de ella, por generar nuevos servicios y por solicitar
la palabra a quienes tienen muchas cosas que enseñar, mucho que compartir: las
personas. Las bibliotecas no somos nada
sin ellas y sin embargo, las hemos impuesto silencio en nuestras salas durante décadas.
Ha llegado la hora de pedirles que hablen. El tema es lo de menos. Una de nuestras
labores como bibliotecarios será convencerlos de que sus conocimientos son
interesantes para nosotros y para el resto del público, que tienen mucho que
aportar, que tienen cosas que decir y que pueden y deben compartirlas. A veces
ni siquiera sabemos que sabemos, pero cada
persona es un libro, como en la novela de Bradbury, con la salvedad de que
nuestra biblioteca humana, además de almacenar historias, contiene
informaciones variopintas relacionadas con los oficios, las aficiones, los gustos, los pensamientos, o las experiencias vitales. Sacarlas a la luz es la nueva mayéutica
bibliotecaria. La hemos experimentado y ha resultado altamente satisfactoria,
para los usuarios y para la biblioteca. Ellos
han descubierto un espacio que a partir de ahora será suyo, nosotros nuevas
formas de dar protagonismo a quienes verdaderamente han de tenerlo.