Durante este verano estoy
pudiendo comprobar que la esencia de las carreras populares se mantiene viva en
los pueblos pequeños, mientras que en las ciudades grandes se pierde poco a
poco ese carácter para abrir paso al negocio.
Es indudable que correr está de moda, pero mientras unos trabajan por
potenciar este deporte e intentan fomentarlo de forma desinteresada, hay
quienes sólo ven en él una posibilidad de ganar unos cuartos a costa de los
corredores. A lo mejor no es cierto lo que digo, pero así lo percibo, sobre
todo después de ver la fantástica organización, el espíritu festivo y el
magnífico ambiente que pudimos vivir y disfrutar los que tuvimos la suerte de
estar el sábado en Macotera corriendo la Sanrocada 2012. Se notan los sitios en
los que el corredor es lo primero, al igual que se notan los sitios en los que
lo primero es la cuota de inscripción. Luego volveré sobre este asunto.
Nada más llegar a Macotera, se
podía apreciar el ambiente festivo y colorista. En cuanto vi a Ángel Fachenda
subido en el estrado con la guitarra, me entraron ganas de ir a buscar unos
cuartillos de vino y dejar la carrera para mejor ocasión, pero fui capaz de
contenerme, al fin y al cabo tenía que recoger varios dorsales y no era
cuestión de hacer la puñeta a aquellos que me lo habían encargado ni de privar
al respetable de la actuación musical del polifacético Fachenda, al que me
sorprendió ver tocando una guitarra en lugar de la dulzaina. O le faltaba
fuelle, o le faltaba combustible.
La recepción estupenda, todo en
orden, todo en su sitio, la entrega de dorsales rápida y organizada. El
bullicio en la calle, creciente, las ganas de correr, menguantes. Ya podréis ver que mi tendencia hubiera sido
quedarme a entonar unas jotas con Fachenda, pero he venido a participar y eso
voy a hacer. Saludo a los amigos y
conocidos que por allí se encuentran. Al fin y al cabo, Macotera es estar en
casa. Por aquí andan Juan y Tere, Miguel Alejo, Isabel Leonides, que quier ver correr a su Vitillo, Roumal, Blas y familia, que vienen acompañando a los hermanos Casas, compañeros
del club, - o de los clubes, que el pertenecer a dos te suma amistades - como Ángel, Fernando, Alex, Vitillo, y aficionados a ésta locura de correr por
gusto, que acabamos coincidiendo ya en casi todas las convocatorias de la comarca. Quiero hacer una mención a Floren, que tuvo una caída y no pudo terminar. Recupérate pronto Floren que quiero adelantarte en la próxima.
El planteamiento que llevo para
esta carrera es el de siempre: participar, contribuir, disfrutar y llegar a
meta intacto y a poder ser antes que la bici escoba. Con esta estrategia,
compartida también por mi amigo Pepe el canario, no queda más remedio que colocarse al final
del todo y salir cuando haya pasado todo el mundo, por aquello de no encontrar
aglomeraciones, pero lo primero, a bailar la charrada de San Roque.
Originalidad hasta en la salida. Es lo que tiene Macotera. Me gusta lo de
sustituir el pistoletazo de salida por una jota y cambiar el golpe seco de un
disparo por una cuenta atrás coreada por todos los participantes. A ello. Tres vueltas por un circuito urbano
de tres kilómetros. La zona de salida repleta de gente que anima y aplaude, de
bullicio, de música, de algarabía. Casi en la primera curva veo a mis queridos
Antonio y Eloy, Gavilán o Cabaña, según apodo paterno o materno, que se ponen
tan contentos de verme como yo de verlos a ellos.
En la misma calle nos jalea
también el gran Edu de la Peña, compañero del club y amigo ya de correrías. Es
una gran satisfacción que los gritos de ánimo te lleguen nominales y personalizados.
Otra razón más para sentir la Sanrocada como algo propio y cercano. Al pasar
por la panadería veo a Alfonso el panadero y a su hermana y les digo que saquen
algo de avituallamiento, que ya saben lo que me gusta. A la siguiente pasada tengo a Alfonso con un
chupito de aguardiente de higos que me paro a degustar de buena gana. Total,
Pepe ya hace tiempo que se me ha escapado y debe ir casi un minuto por delante
y mi educación no me permite rechazar una invitación hecha con todo el
agrado. Riquísimo el aguardiente e
inédita la experiencia, puesto que no creo que haya habido muchos corredores
que hayan parado a mitad de la carrera a echarse al coleto unos tragos de
aguardiente para continuar corriendo, si no con mejores piernas, al menos con
renovados bríos.
Se agradece el agua que te
ofrecen algunos peñistas y el que pone la organización de la carrera a mitad
del circuito, sobre todo tras el aguardiente, o el aspersor de un vecino que permite un
agradable refresco en el cuerpo sin dejar de correr.
También la música
espontánea, los aplausos constantes de los macoteranos, los gritos, los saludos
de los chiquillos que ponen la palma de la mano para chocar, en fin, que aquí también se aprecia la esencia de un
pueblo, que es capaz de volcarse con cada cosa que se hace y en este caso con
una carrera que mejora año tras año gracias a la labor de las personas que
conforman el club de atletismo, abanderados por los hermanos Bueno, que son
capaces de movilizar a instituciones, empresas y vecinos. Menudo detallazo el
de la bebida isotónica recién preparada y fresquita, o el del melón para cada
corredor que entraba en meta, o la fantástica bolsa del corredor, con su fruta,
su bebida isotónica, su empanada para merendar, su kilo de garbanzos, su
revista y una braga para el cuello con los colores y el logo del Club de Atletismo Macotera. Eso sin hablar de la
gran cantidad de premios que se repartieron, de los suculentos jamones, lomos y
morcillas que se rifaron, o de la bien surtida mesa que se dispuso en el
pabellón para agasajo de atletas y acompañantes. Y lo más asombroso, sin coste
alguno para el corredor y resalto este
hecho para engrandecer todavía más la gran labor que hace este club a favor del
atletismo popular y la implicación de cada uno de sus miembros en conseguir que
la Sanrocada se esté convirtiendo en un referente de organización en la
comunidad castellano-leonesa y desde luego en una cita ineludible para aquellos
que como yo, practicamos este deporte por puro gusto y por el disfrute de
compartir con los amigos jornadas tan agradables como ésta, que desde luego, es
de las que crean afición y además dejan en evidencia a otras que cobrando una pasta no ofrecen al corredor ni una pequeña parte de lo que se recibe en ésta. Y no me refiero solamente a lo material.
Para darle también a esta crónica
su matiz deportivo, diré que mi tiempo de este año fue ligeramente inferior a
los 43 minutos, a 4’46” el kilómetro, mejorando algo más de dos minutos respecto
al del año pasado, efecto indudable del elixir de higo de Alfonso el panadero, aunque el que se salió fue Pepe que marcó 52’49”, pero dando
cuatro vueltas al circuito y parando en la tercera a coger la bolsa. Cualquiera diría que el año pasado llegamos juntos.
Sin
embargo se perdió la parte buena que fue la de compartir cervezas y bocadillos de
lomo, morcilla y panceta en el bar de la piscina junto a Edu, Pardi, Álvaro
Rony, Adri y Fátima, Jose Mari y Almudena y Carmen y yo.
¿Puede haber mejor colofón para una jornada
deportiva y mejor argamasa para las relaciones personales? Posiblemente, pero no
se alejarán mucho de esta línea, o sea que Viva San Roque y el perro y que llegue pronto la próxima carrera. Hip.