Podríamos decir que la Carrera del Roscón y yo llevamos
caminos paralelos, puesto que añadimos
un año más a nuestra historia en torno al 6 de enero. Puede que sea por eso que
la tengo tanto aprecio, aunque también es posible que tenga algo que ver el hecho de que es una
carrera que se organizó en su primera edición a instancias de mis queridos
Esther y Juan Antonio "Mako" y en beneficio de la AECC; o que se celebra en Paradinas,
a la puerta de casa, como aquel que dice, y que es un lugar lleno de buenas
gentes y en el que me siento cómodo y bien tratado;
o
quizás porque transcurre por caminos que
suelo transitar a menudo con otros compañeros de correrías, alguno de
ellos
paradinenses; o porque es una carrera generosa con los corredores y que
se
supera año tras año en el agasajo a todos los que en ella participamos; o
puede que sea por el magnífico ambiente que se genera en
torno a la misma; o por su carácter benéfico; o porque además de las
citadas
virtudes, es económica, integradora, estimulante y gastronómica, o
porque gran parte del pueblo se desvive para
que las cosas salgan bien; en fin, son muchas las razones para acudir a
Paradinas en la primera semana del año.
Yo, creo que no he fallado ninguna y mi intención es seguir acudiendo a
la cita al menos
hasta la edición XVI, que coincidirá con mi 65 cumpleaños y puede ser
también la de mi jubilación, de lo que no estoy tan seguro, puesto que
cuánto más me arrimo a ella (a la jubilación), más para allá me
la llevan, por lo que es muy probable que me toque llegar hasta la XX si
quiero llegar a correrla en condición de pensionista.

De momento, me conformo con llegar a la meta al menos en el mismo minuto de la edad que cumpla cada año, aunque he de decir, por
presumir un poco, que en esta ocasión he tardado 3 minutos menos en completarla
que el año pasado y apenas un minuto más que en 2013, en concreto 49’18”, lo que supone una buena marca dado mi
edad, que podéis deducir del párrafo anterior, y de mi condición física de
percherón, más adaptado al trote cansino de mulo viejo que al galope veloz del
pura sangre Roberto Bueno, que se ha marcado este año el récord de la prueba
sin despeinarse. A decir verdad, yo tampoco me despeino, porque tengo la
ventaja de estar desmelenado desde que tenía 40 años. Puede que para entonces pueda
conseguir algún pódium, siempre y cuando a la organización se le ocurra hacer
una clasificación por pesos, igual que en el boxeo, porque con la de edad está
visto que no tengo nada que rascar.
En cualquier caso ya estaré atento para que
cuando barrunte que no sonrío al pasar bajo el puente, o que sufro en
cada zancada del prado, o o que me vea llegando a meta al borde del
cierre del control, llamar a mis inseparables José Luis Martín Herrera y
Maxi, adquirir el dorsal O
y esperar tomando una cerveza en El Quinto con el bueno de Andrés hasta
que
lleguen los últimos, que para ese menester yo creo que también tendremos
resistencia.
Y,
desde luego, comprar unas papeletas para el sorteo, que reparte
porcentualmente muchos más premios que la Lotería Nacional, y coger los
vales
de comida y disfrutar de la compañía y de la amistad, que es al menos
tan saludable como el deporte. Vamos, que pienso seguir acudiendo de
forma indefinida como muestra de apoyo a la carrera, a la organización y
a la
causa, por lo menos hasta que el médico me prohíba probar la caldereta, o
mi pensión me permita pagar unas cervezas. ¡Que
sea por muchos años!